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En una de las zonas más pobres de la capital, este centro lleva quince años ofreciendo innovación educativa a estudiantes de uno de los barrios más desfavorecidos de Madrid.
Si uno se para en mitad de la calle Mártires de la Ventilla, donde se encuentra desde hace medio siglo el Centro de Formación Padre Piquer, y mira hacia el norte, puede ver asomando entre los edificios las cuatro torres; si lo hace hacia el sur, contemplará a poca distancia las torres Kio. Entre estos dos símbolos madrileños del poder y el dinero se encuentra La Ventilla, uno de los barrios más deprimidos de la capital, donde uno puede encontrarse aún a algún que otro borracho dormido a la sombra de un quiosco de prensa.
Es ahí donde el Padre Piquer ha obrado su particular milagro, el de llevar la innovación educativa a los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Como explica su director, Ángel Serrano, durante su presentación como Escuela Changemaker de la Red Ashoka –el centro pertenece a la Fundación Montemadrid–, “a pesar de estar al pie de las grandes estructuras económicas, la pobreza sigue estando cerca, y aquí hay algunos por debajo del umbral”. En las aulas del Pirquer hay 1.100 estudiantes de 37 nacionalidades distintas y siete religiones diferentes, una diversidad “propia de los colegios públicos”, aunque este sea concertado.