Método de éxito. El colegio Calderón de la Barca aplica fórmulas que potencian las capacidades de estos niños.
HORACIO RAYA.
Aunque no debería ser así, lo cierto es que los niños con problemas de aprendizaje encuentran muchas veces una dificultad añadida en la escuela. Por eso es digna de encomio la labor que realizan centros como el colegio concertado Calderón de la Barca, donde se imparte Educación Infantil, Primaria y Secundaria y donde se aplican métodos que potencian las capacidades de cada niño.
Fundado en 1963 y ubicado en la calle Castellar, este colegio siempre ha atendido a la diversidad, como explica su director, Ricardo Salvador García: «Estamos en la zona más desfavorecida del casco histórico, cerca de la Alameda, San Luis o el Pumarejo. Un sitio donde antes había mucha droga y prostitución, con todo lo que eso conlleva. Con el tiempo entraron también niños que no dominaban la lengua española, por lo que tuvimos que formarnos en español para extranjeros. Y luego fueron llegando otros con dificultades como dislexia, asperger o autismo».
Un alumnado variopinto que ha ayudado a que el colegio sea «un islote en el océano», afirma orgulloso su director a sabiendas de que el centro es un polo que atrae a los niños con dificultades de toda índole. La clave es «el aprendizaje por competencias. El alumno participa en su propio aprendizaje. No hay exámenes. Un niño con dislexia, por ejemplo, cuando se enfrenta al tradicional examen escrito, se bloquea. Suelen ser alumnos brillantes, si les das un portátil o usan ciertos programas consiguen los objetivos y son felices», dice Ricardo García antes de recalcar que «esta enseñanza participativa se basa en pruebas orales. Los niños pueden expresar lo que van investigando, esa es la clave».
La máxima autoridad del Calderón de la Barca lamenta que «cuando salen del colegio, se encuentran con algo anacrónico que es la Selectividad, que es para ellos un muro», si bien más adelante la cosa mejora: «Por fortuna hay módulos de acceso directo a la Universidad. Un itinerario por el que los alumnos de ciencias experimentales, por ejemplo, entran en Ingeniería u otras carreras, lo que sería imposible con los esquemas de siempre».
García entiende que «la Consejería va por el camino adecuado, pero todo es muy lento. Se está impulsando la educación competencial y se está formando al profesorado en nuevos sistemas de evaluación, pero no empezamos hasta el año pasado», explica antes de concluir resumiendo el secreto del centro que dirige: «El reconocimiento de las capacidades de los niños. Utilizamos el sentido común y la experiencia, que es el mayor valor porque hay poco escrito sobre esta materia».