Fuente: www.abc.es
ABCABC_ES / MADRID
Los estudiantes en España son como sus padres: tienen el horario de «trabajo» más largo de todo el continente
Los niños españoles repiten en el colegio los largos horarios laborales de sus padres. De hecho, son los que más horas echan en sus pupitres de toda Europa. Son datos de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios en España (ARHOE), tras estudiar los horarios escolares de los escolares entre 6 y 12 años en centros públicos de Alemania, Bélgica, Francia, Finlandia, Holanda, Italia, Portugal, Reino Unido y Suecia. En la práctica totalidad de los países analizados la jornada escolar termina en la franja horaria entre las 13,30 y las 15 horas. En cambio en España e Italia finalizan a las 17 y las 16,30 horas respectivamente, en ambos casos con jornada partida.
El informe viene a reforzar la teoría del presidente de ARHOE, Ignacio Buqueras, en su lucha por adelantar los horarios de nuestro país: «Desde hace algún tiempo está de plena vigencia en España el debate sobre la aplicación de la jornada continua en la enseñanza primaria, ya instaurada en numerosos centros. Desde la Comisión Nacionalconsideramos muy complicado que los niños terminen su jornada a las 14 horas cuando en numerosos casos sus padres terminen su jornada laboral a las 19 o 20 horas».
Gastos en cuidadoras y extraescolares
Además, prosigue Buqueras, «la situación económica hace muy difícil para los padres soportar gastos de actividades extraescolares o de contratar a un cuidador o cuidadora». Consciente de que «muchas veces las actuaciones políticas y las presiones de los colectivos del mundo educativo hacen pensar que las decisiones se toman pensando más en el contexto social que en los propios beneficios de los niños», Buqueras sugiere que en el tema de los horarios, «los criterios pedagógicos y psicológicos deberían primar sobre cualquier otra consideración».
El correcto uso del tiempo y unos horarios racionales, concluye el presidente de la Comisión Nacional, «están en el epicentro de una auténtica revolución educativa y de la transformación social de nuestro país en general. Es improbable que un país deficitario en el aprovechamiento del tiempo adopte medidas decisivas, y no meros parches, en materias tan sensibles como, por ejemplo, la educación de sus niños. No podemos permitirnos miles de niños solos en casa por las tardes y padres que llegan agotados a sus hogares tras jornadas inacabables».
